Epidemia de Peste Bubónica en el siglo XVII en Castellón


Epidemia de Peste Bubónica (1647-1648) en Castellón de la Plana: Gestión Sanitaria, Clínica e Impacto Demográfico

Resumen El presente estudio analiza el brote epidémico de Yersinia pestis que afectó a la ciudad de Castellón de la Plana a mediados del siglo XVII. Se examina la etiología del brote, la respuesta institucional a través de la "Junta del Morbo", las medidas profilácticas implementadas (aislamiento, lazaretos y equipos de protección individual primitivos) y la terapéutica de la época (la Triaca Magna). Asimismo, se evalúan las consecuencias demográficas y sociolingüísticas en el contexto del Reino de Valencia.

________________________________________

1. Introducción y Contexto Histórico

El siglo XVII en el levante peninsular estuvo marcado por una profunda crisis demográfica y socioeconómica, exacerbada por ciclos recurrentes de epidemias. Castellón, en aquel entonces una villa amurallada protegida por ocho accesos fortificados, no fue ajena a la Gran Peste de Valencia (1647-1652).

Aunque la historiografía local registra diversos episodios de cólera, tifus y gripe, el brote de peste bubónica de 1647-1648 destaca por su virulencia y por la complejidad de la respuesta administrativa y sanitaria desplegada, estableciendo un precedente temprano de gestión de crisis de salud pública.

2. Etiología y Epidemiología del Brote  

Desde la perspectiva microbiológica actual, la enfermedad fue causada por la bacteria Yersinia pestis, cuyo reservorio principal se encontraba en roedores (Rattus rattus) y cuyo vector de transmisión al humano era la pulga de la rata (Xenopsylla cheopis).

El foco primario del brote se identificó en Russafa (Valencia) en junio de 1647. La literatura médica de la época, inicialmente escéptica sobre la naturaleza contagiosa del mal, tardó en reaccionar hasta que la tasa de letalidad se disparó.

Fisiopatología clínica: Los informes históricos, corroborados por el facultativo Dr. Miguel Mur enviado por el Consistorio de Castellón, describen un cuadro de "fiebres pútridas" caracterizado por adenopatías inflamatorias dolorosas (bubones) en ingles, axilas y cuello, acompañadas de delirio, hiperpirexia y petequias o equimosis subcutáneas (signos de coagulación intravascular diseminada), que a menudo precedían a una muerte rápida.

3. Respuesta Institucional: La Junta del Morbo

Ante la confirmación de la naturaleza infectocontagiosa del brote, se activaron protocolos de emergencia sanitaria sin precedentes. Se constituyó la Junta del Morbo, un comité de crisis integrado por 12 miembros representantes de los estamentos civil, militar y eclesiástico.

3.1. Medidas de Contención y Aislamiento (Cordón Sanitario)
1. Cierre Perimetral: Se decretó el cierre de siete de las ocho puertas de la muralla, manteniendo operativo únicamente el Portal del Agua (actual calle Cardona Vives).
2. Control de Accesos: Se estableció un control estricto de viajeros mediante guardias de salud, impidiendo el acceso a personas provenientes de zonas endémicas, especialmente de Valencia.
3. Cuarentena y Lazaretos:
Ermita de la Magdalena: Habilitada como zona de cuarentena preventiva.
Hospital de la "Casa Blanca": Situado en el Pla de Sant Roc, fue habilitado como lazareto específico para pacientes sintomáticos confirmados, bajo estricta vigilancia militar para evitar fugas y pillajes.

4. Terapéutica y Medidas de Protección Individual (EPIs)

La praxis médica del siglo XVII combinaba el empirismo con la teoría miasmática. Ante el colapso del sistema asistencial, se documentan medidas extremas.

4.1. Farmacología: La Triaca Magna

El tratamiento estándar fue la Triaca Magna, un polifármaco de origen galénico considerado panacea universal. Su fórmula compleja incluía más de 50 ingredientes, destacando:

  • Opio: Como analgésico y sedante.
  • Carne de víbora: Bajo el principio de similia similibus curantur (lo semejante cura a lo semejante).
  • Arcilla (Terra Sigillata) y hierbas aromáticas. La demanda fue tal que el stock local se agotó, obligando a importaciones de emergencia desde Valencia y Zaragoza. Otros tratamientos incluían emplastos de arsénico (para cauterizar bubones) y pociones de bayas de enebro.

4.2. Protección del Personal Sanitario

Los facultativos (médicos y cirujanos) y el clero emplearon indumentaria diseñada para evitar el contacto con los "miasmas" y vectores:

Tejidos: Vestiduras de bocací (lino grueso encerado) y guantes del mismo material para repeler a las pulgas.
Máscaras: El icónico diseño con pico de ave, relleno de hierbas aromáticas y sustancias desinfectantes para filtrar el aire inhalado.

5. Evolución del Brote y Colapso Sanitario

La epidemia presentó dos ondas diferenciadas:

  • 1. Onda de 1647: De incidencia moderada gracias a las medidas iniciales.
  • 2. Onda de 1648: Calificada de "terrorífica". El desbordamiento del lazareto de la Casa Blanca obligó a la incautación de inmuebles adyacentes en el Pla.

El desgaste del personal fue crítico. Tras el fallecimiento del Dr. Birlo el 29 de julio de 1648 y de dos cirujanos, se produjo una crisis de recursos humanos. Las autoridades recurrieron a la coerción (amenaza de embargo y destierro) para retener a los facultativos restantes y solicitaron el indulto de presos condenados a galeras para realizar las labores de inhumación, dada la alta mortalidad entre los sepultureros.

6. Impacto Demográfico y Sociolingüístico

Aunque los libros de defunciones de Castellón para este periodo no se conservan íntegramente, se estima que la mortalidad fue significativa, aunque menor en comparación con Valencia (donde perecieron aprox. 47.000 personas).

Consecuencia a largo plazo: La despoblación masiva en comarcas como el Baix Segura forzó una repoblación con inmigrantes de Murcia. Este evento demográfico es citado por historiadores y lingüistas como un hito clave en el retroceso del valenciano y la castellanización de dicha zona (dialecto panocho).

7. Conclusión

La epidemia de 1647-1648 en Castellón ilustra la fragilidad de las sociedades preindustriales ante las zoonosis. Sin embargo, también destaca la capacidad de organización cívica a través de la Junta del Morbo y la implementación de medidas de salud pública (cuarentenas, rastreo de contactos y aislamiento) que, en esencia, siguen vigentes en la epidemiología moderna.

La construcción de la ermita de San Roque en 1658 sobre el antiguo lazareto y el posterior traslado de restos al cementerio del Calvario permanecen como testigos urbanísticos de este trauma histórico.